En el Evento Anual 2025 de la Mesa del Marco del Consenso Ético en Salud: “Conectando ética y tecnología: presente y futuro de las relaciones en salud”, realizado el 26 de agosto en el Colegio Médico de Chile, participaron distintos representantes del sector público, privado, académico y de la sociedad civil, compartiendo sus reflexiones en torno a los desafíos para avanzar desde los principios hacia su implementación práctica.
Las entrevistas recogidas en esta sección reflejan las distintas miradas que convergieron durante la jornada, donde se abordaron temas como la colaboración multisectorial, la transparencia y los desafíos que presenta el uso ético de la inteligencia artificial en el sistema de salud.

Cecilia Rodríguez, Fundación Me Muevo; Michel Figueroa, Chile Transparente; Priscilla Vergara, CENS; Roberto Lagos, COLDENT; Jorge Pacheco, MINSAL; Vanessa Maynou, SUBREI; Felipe Henríquez, SUBREI; Ana María Arriagada, COLMED; Mariela Formas, CIF Chile; Paulo Villarroel, MINSAL; Héctor Hernández, Cenabast; Ignacio Labra, ADIMECH; Carlos Portales, CIF Chile.
1.- En el evento anual del MCE se destacó la importancia de pasar de los principios a la práctica. ¿Qué avances o desafíos cree que marcarán ese proceso en Chile y cómo puede la Mesa contribuir a impulsarlo?
Ivis Pavez, Profesional Oficina Cooperación y Asuntos Internacionales (OCAI) del MINSAL:
Creo que la definición de una hoja de ruta plurianual que contenga objetivos claros puede apoyar el proceso de avanzar a la acción en los planes de trabajo anuales que acordamos. Las acciones que ha desarrollado la mesa han tenido gran impacto, y sería bueno incorporar otras acciones que conversen con otros foros de diálogo del sector de la salud e intentar mantener la coherencia de los temas abordados, ello permitiría dar visibilidad e incorporar nuevos actores a la mesa.
Fernando Torres, Secretario Nacional del Colegio de Químicos Farmacéuticos y Bioquímicos de Chile:
Existen diversos desafíos pendientes para pasar de los principios a la práctica. El Colegio de Químicos Farmacéuticos valora la instancia de la Mesa de Consenso Ético en Salud como entidad que impulsa permanentemente avanzar mediante la publicación de códigos de ética, el análisis y la promoción de prácticas de transparencia en el sector. La ética no es solo teoría y estas instancias motivan a ponerla en práctica. Queda aún mucho por avanzar para aplicar realmente esos códigos de ética en las relaciones en Salud. La MCE es una entidad que debe continuar perseverando en la promoción de vínculos transparentes y puede jugar un rol fundamental generando sinergias y mejores prácticas en el ecosistema sanitario.
Consideramos que la participación activa en una Mesa de Trabajo con miradas desde los profesionales de la salud, la industria, los pacientes, las entidades públicas y la academia es una oportunidad para robustecer un actuar responsable, seguro, transparente, inclusivo y sostenible.
Isabel Alvarado, Oficial de Cumplimiento de Merck Sharp and Dohme (MSD):
Definir principios sólidos, basados en valores como la transparencia y la ética es el inicio de un camino desafiante que nos llevará, como país, al siguiente nivel como ecosistema de salud. Para lograrlo, es importante avanzar en la consolidación de marcos regulatorios que sean ágiles y respondan a los tiempos que la era digital requiere, fortalecer la interoperabilidad entre actores del sistema y trabajar por una mayor integración de soluciones digitales centradas en el paciente; quien debe ser la razón principal de nuestro quehacer y está en el centro de la práctica ética. Para alcanzar estas metas, debemos superar desafíos compartidos que van desde el fortalecimiento institucional, acortar la brecha en capacidades digitales y la oportunidad de seguir robusteciendo la confianza entre los distintos stakeholders del ecosistema.
En este contexto, la MCE puede desempeñar un rol clave al articular el diálogo técnico y estratégico entre públicos-privados, promover pilotos colaborativos para validar modelos innovadores en entornos controlados, generar evidencia para la toma de decisiones y difundir buenas prácticas que consoliden una cultura de cumplimiento, innovación responsable y ética aplicada.
Fortalecer esta cultura —más allá del mero cumplimiento normativo— implica integrar la ética en cada decisión, promover relaciones basadas en transparencia y fomentar equipos conscientes del impacto de su trabajo. Solo así la implementación de soluciones innovadoras se alinea con los principios que las sustentan y contribuye a un sistema de salud más confiable y sostenible.
Cecilia Rodríguez, Directora de Participación e Incidencia Ciudadana de Fundación Me Muevo:
Pasar de los principios a la práctica requiere reconocer que la ética no se ejerce solo en los códigos o en los documentos, sino también en las decisiones y acciones cotidianas, y en la forma en que distintos actores se relacionan. En Chile hemos avanzado en instalar una conversación transversal sobre transparencia, integridad y colaboración entre sectores. El gran desafío ahora es traducir esos valores en modelos concretos de gobernanza y en mecanismos que promuevan la rendición de cuentas y la participación incidente e informada.
La Mesa puede ser un espacio clave para acompañar ese tránsito: articulando buenas prácticas, visibilizando ejemplos de implementación ética en organizaciones públicas, privadas y de la sociedad civil, y promoviendo herramientas de autorregulación y evaluación compartida que permitan medir avances de manera participativa y sostenible.
2.- A la luz de las reflexiones sobre inteligencia artificial y calidad de datos, ¿cuáles cree que son los principales desafíos para asegurar un uso responsable y transparente de la tecnología en salud, y cómo puede la MCE favorecer un abordaje ético y colaborativo frente a estos temas?
Ivis Pavez, Profesional Oficina Cooperación y Asuntos Internacionales (OCAI) del MINSAL:
La MCE constituye una excelente iniciativa para abordar los desafíos que tiene el sector salud más allá de la normativa. La regulación, que si bien es realista y da cuenta de principios más que reglas de uso, no siempre es oportuna frente al rápido desarrollo de la tecnología, por lo que la MCE puede favorecer el abordaje colaborativo a través de la organización de encuentros periódicos que toquen este tema, así como también, la creación de códigos voluntarios de conducta, si sus integrantes así lo deciden. En tal sentido, traer la experiencia de las economías APEC, sus usos y buenas prácticas para que sean conocidos por los integrantes de la mesa y, a partir de ahí, crear una forma de comportamiento ético propia, podría ser un buen punto de partida.
Fernando Torres, Secretario Nacional del Colegio de Químicos Farmacéuticos y Bioquímicos de Chile:
Desafíos: Calidad, representatividad y gobernanza de los datos; Transparencia y explicabilidad de algoritmos; Ética, privacidad y protección de datos personales; Responsabilidad profesional y toma de decisiones clínicas; Equidad, acceso y sostenibilidad.
El uso responsable y transparente de IA en salud exige un equilibrio entre innovación, ética y regulación. No basta con desarrollar algoritmos potentes; se requiere confianza, trazabilidad y control humano, sustentados en datos de calidad y principios éticos sólidos.
Los datos clínicos son particularmente sensibles y codiciados, por ello, debemos avanzar generando conciencia de la importancia del buen uso de datos y de los riesgos que implica gestionar este tipo de información.
En el evento quedó muy claro que si la inteligencia artificial es bien utilizada, puede ser una excelente herramienta de gestión; sin embargo, de no utilizarla con criterio y responsabilidad, las consecuencias pueden ser catastróficas. Es importante transmitir que la IA no es infalible, no entiende contextos ni reemplaza el criterio.
La IA corre a gran velocidad y es un enorme desafío acelerar el paso en formar equipos que promuevan la integridad de sistemas y uso ético de datos, combatiendo la desinformación.
Isabel Alvarado, Oficial de Cumplimiento de Merck Sharp and Dohme (MSD):
La IA es una herramienta que debemos aprender a utilizar para fortalecer nuestra gestión. Su uso responsable en salud nos desafía en distintos niveles que incluyen mejorar los mecanismos de calidad y gobernanza de los datos (deben ser precisos, representativos y protegidos conforme a la normativa vigente), así como la transparencia en su uso para la toma decisiones automatizadas. A esto se suma la equidad en el acceso y resultados para evitar sesgos que puedan afectar poblaciones específicas. Todo lo anterior implica profundizar urgentemente en la formación de capacidades, tanto técnicas como éticas, en los equipos que diseñan, implementan y supervisan estas tecnologías: detrás de un dato, hay un paciente y una familia que cuidar.
La MCE puede favorecer un abordaje ético y colaborativo de la IA. Esto requerirá un trabajo colaborativo donde se priorice, por ejemplo, la promoción de estándares comunes de calidad de datos que estén en sintonía con las buenas prácticas internacionales; establecer espacios de co-creación multisectorial donde se discutan implicancias éticas y se definan principios compartidos; el fomento de la transparencia a través de mecanismos de monitoreo y evaluación, así como el apoyo a iniciativas de educación y sensibilización, que fortalezcan la confianza en el uso de tecnologías emergentes en salud.
En definitiva, el desafío no es solo tecnológico, sino también cultural: avanzar hacia una innovación ética, sostenible y centrada en las personas, donde la confianza y el cumplimiento sean el motor de un ecosistema de salud más humano e inclusivo.
Cecilia Rodríguez, Directora de Participación e Incidencia Ciudadana de Fundación Me Muevo:
El uso ético de la inteligencia artificial en salud plantea desafíos profundos en torno a la transparencia de los algoritmos, la protección de los datos personales y la equidad en el acceso a las tecnologías, a fin de evitar sesgos que puedan amplificar las inequidades ya existentes en nuestro sistema.
Desde la Mesa, un aporte fundamental puede ser promover marcos éticos compartidos para la gobernanza de datos, fomentar el diálogo entre desarrolladores, autoridades, pacientes y profesionales, y generar criterios orientadores que fortalezcan la confianza pública. Un enfoque de integridad, centrado en la persona (es decir, sustentado en la participación activa de quienes usan el sistema de salud), será clave para que la innovación tecnológica contribuya realmente al bienestar colectivo.